Fantasía Laboral

En cualquier caso, tan solo tenía ganas de que me empotrara contra la pared. Mira que me enervaba, era un tipo odioso, de esos a los que le girarías la cara e huirías de ellos si te lanzaran un piropo por la calle. Pero era mi jefe. El jefe de mi jefa. Y eso que era un chaval, apenas tendría cinco o seis años más que yo. Y para nada era un Christian Grey. Ojalá lo fuera, aun despreciando el libro como lo desprecio, hasta estereotipado lo preferiría.

Era un tipo vulgar, rodeado de un aura vulgar. Un cuñado. Un tipo que buscaba en sus penosas gracias, la aprobación de todos los demás, mirando alrededor y riendo con la boca abierta, mientras sus empleados le reían todas y cada una de sus palabras. Tenía la cara redonda y era demasiado moreno de piel para poder considerarse caucásico. El pelo muy negro, y demasiado largo para la medida de corto en la que lo quería llevar. Con lo cual, parecía que llevaba un tupé. Y que habíamos retrocedido a los años 80. Tenía los ojos negros y pequeños, como un ratón, y estaba fofo como el brazo de una anciana.

De vez en cuando llevaba traje para asistir a las reuniones con clientes. Y le quedaba cómicamente grande. Era como un niño gordo que se ha puesto un traje de su padre para celebrar la comunión.

Ahora que lo pienso, ese tío debía ser un buen sumiso. Me pega perfectamente cuando lo imagino vestido de látex negro, a cuatro patas por una habitación, mientras su ama lo pasea por un piso antiguo, de puertas de madera altas, y babeando porque en la boca lleva una de esas bolas… esa que le metieron en la boca a Bruce Willis en Pulp Fiction, esperando a que viniera Zeke.

En cualquier caso. Pese a que no le tuviera tanta repulsión como desprecio, deseaba que me follara fuerte contra la pared de los baños pintados de verde del trabajo.

No podía dejar de pensar en cruzarnos en el pasillo y que me arrastrara dentro del baño, cogiéndome del brazo. Deseaba que me lamiera el cuello y me diera mordisquitos desde la clavícula hasta la oreja. Pero sin besarme. Era posible que le vomitara en la boca como tratara de besarme por algún motivo.

Necesitaba que me apretase los pechos con sus manos sudorosas, y que metiera una dentro de mi pantalón, ignorando las bragas, y que me metiera directamente uno o dos de esos dedos regordetes. Deseaba notar la sensación de sus dedos explorando mi sexo. Quería que supiera lo mojada que estoy. Que me dijera guarradas al oído.

Que nos encerráramos en el baño porque viniese alguien y me girase para poner mi cara contra la pared y que apoyara sus caderas contra las mías. Deseaba más que nada sentir su erección apoyada contra mi culo. Quería que me bajara los pantalones y oír como apresuradamente se bajara la bragueta,  y que hiciera eso que le gusta tanto a los tíos; restregar su polla contra el sexo para lubricarla, y después clavarla de una sola estocada.

Por su constitución, me imagino que debe tener una polla gorda y corta. Y que la debe usar fatal, como todos los tíos como él, de esos que tan solo viven del empuje conejero. Pero tanto da, es mi imaginación, es mi deseo. Y en él, pese a que me la clavara de una estocada, me gustaría. Lo estaría deseando. Desearía que se agarrara a mis caderas con desesperación, y que empujara fuerte, intentando llegar donde realmente no podía. Que gimiera mi nombre de forma ahogada y me tapara la boca cuando empezara a gemir el suyo.

Me lo imagino venciéndose a él mismo, cayendo sentado en el váter, y arrastrándome con él. Luchando contra mi cuerpo. Devolviendo mis caderas a su cuerpo cuando me levantara para que me siguiera follando.

Y sí, joder, quería que acabara dentro. Sentía la imperiosa necesidad de saber cómo se corría. Si a largos y pausados chorros, o de la misma manera en que me imagina que follaba, rápido y desacompasado.

Ni siquiera puedo concebir llegar a llegar junto a él. Me imagino aún encima de él, cuando todo lo que podía darme poco a poco va saliendo de mi cuerpo, y masturbándome furiosamente concentrada por llevarme de eso un buen recuerdo.

Luego me levantaría, y me iría, subiéndome las bragas y negándome mirar atrás. No creo que tampoco sirviera de mucho. Si ya me avergüenza pensar en esto, que ocurra es algo que por mucho que pueda pensar que me excita, en realidad me quita el sueño.

Y esta es una de mis fantasías. Más llena de culpabilidad y asco que otra cosa. Aunque en realidad… las tengo peores. Mucho peores.

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